Cada vez se está dando más
importancia a nivel científico a la comunicación que parece existir
entre la flora intestinal “normal” que habita nuestro sistema digestivo y nuestro
sistema nervioso central. Se está volviendo un foco importante de estudio para
entender aparentes enfermedades que no tendrían, en principio, nada que ver,
como por ejemplo con la diabetes mellitus tipo 2, enfermedades cardiovasculares
o incluso neurológicas como la Esclerosis Múltiple, el Alzhemimer o la
enfermedad de Parkinson.
El microbioma intestinal humano
es modificado desde que nacemos, inicialmente por factores del mismo parto y
lactancia materna, como posteriormente por cada influencia ambiental que
podamos recibir durante la vida como tipo de alimentación, uso de antibióticos, enfermedades e
infecciones gastrointestinales, etc. Una
alteración en su composición, diversidad bacteriana, y estabilidad se ha visto relacionada con un
amplio rango de patologías tanto autoinmunes, metabólicos, gastrointestinales e
incluso desórdenes nerviosos.
El sistema nervioso, al igual que
sucede con el resto de sistemas del cuerpo humano, gobierna el sistema
digestivo y lo modula a través del sistema neurovegetativo, junto con el
sistema endocrino e inmunológico. Al mismo tiempo una serie de bacterias propias
de la flora intestinal normal cumplen papel importante para el mantenimiento
del sistema nervioso. Por ejemplo un grupo de bacterias son importantes para la
formación de triptófano, manteniendo sus niveles plasmáticos adecuado, materia
prima fundamental para la formación a nivel del sistema nervioso central de
serotonina, uno de los principales neurotransmisores.
Si claramente no existe una
“flora intestinal” perfecta o común para todo ser humano, el avance en estos
estudios, consiste en encontrar biomarcadores preventivos y terapias a futuro
que permitan mantener un microbioma saludable promotor de una adecuada
homeostasis con el resto de sistemas. Por ejemplo nutrientes efectivos para el
sistema nervioso central, previamente conocidos sería el omega 3, el zinc,
probióticos, carbohidratos no
digeribles, flavonoides, etc.
Estos avances abren sin duda una
puerta más para una nueva y amplia materia de investigación que permita no solo
utilizar hábitos claros preventivos para evitar enfermedades neurológicas en un
futuro sino también una terapia complementaria más específica, según
biomarcadores estudiados, para cada enfermedad neurológica relacionada, cuando
se conozca más acerca de la compleja relación que parece tener el microbioma
intestinal, junto con el control endocrinológico, inmunológico y nervioso.
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