Nuevos estudios demuestran que es un mito que mucha práctica necesariamente traiga grandeza musical. La genética juega un papel importante en la formación de nuestras capacidades y habilidades.
Hambrick y su colega Elliot Tucker-Drob, profesor asistente de psicología en la Universidad de Texas, se propuso investigar las influencias genéticas en el logro musical, utilizando datos de un estudio de 850 parejas de gemelos del mismo sexo desde la década de 1960. Hambrick encontró que tanto el éxito musical como la frecuencia con la que practicaban tienen un componente genético: una cuarta parte de la influencia genética en el éxito musical está relacionada con el acto de practicar en sí. Ciertos genes y genotipos confieren cualidades que impulsan a algunos niños a esconderse en su sótano a expensas de la salud mental de su familia practican hasta la perfección los solos de batería. Rasgos como la aptitud musical, el disfrute de la música y la motivación, que pueden ser reforzados por los padres y profesores, conducen a más ganas de practicar. Los hallazgos de Hambrick no revelan qué representa la mayor parte restante de la influencia genética en el éxito musical, aunque él asume que son las diferencias innatas en las facultades las que lógicamente contribuirían a la habilidad musical, tales como el procesamiento de sonido y la coordinación motora.
Pero se vuelve más complicado. Los nuevos hallazgos sugieren que la forma en que nuestros genes y el entorno interactúan es crucial para el logro musical. No sólo las cualidades genéticamente influidas contribuyen en el hecho de que ciertas personas sean más propensas a practicar, los datos de Hambrick muestran que la influencia genética en el éxito musical fue mucho mayor en aquellos que practicaban más. Anteriormente se pensaba que la gente podría empezar con cierta ventaja genética para una actividad en particular, pero la habilidad derivada a través de la práctica podría llegar a superar toda predilección genética. "Nuestros resultados sugieren que es al revés", explica Hambrick, "que los genes se vuelven más y no menos importantes en la diferenciación de las personas cuando practican ... el potencial genético para el rendimiento experto está más plenamente expresado y fomentado por la práctica". En otras palabras, las personas tienen diferentes habilidades básicas determinadas genéticamente, o talentos, que las hacen mejores o peores en ciertas habilidades, pero que pueden ser alimentadas a través de las influencias ambientales. Así Hambrick indica que: "Si quieres ser un mejor músico, ¡practica! Si quieres ser un mejor golfista, ¡practica!"
Un estudio similar por Miriam A. Mosing del Instituto Karolinska de Estocolmo se inclina aún más sobre el papel de los genes en la musicalidad. Mosing y sus colegas analizaron la relación entre la práctica de la música y habilidades musicales específicas como el ritmo, la melodía y la discriminación de tono entre más de 10.000 gemelos idénticos suecos. Informaron que la propensión a practicar fue entre 40% y 70% heredable, y que no había diferencia en la capacidad musical entre gemelos con cantidades variables de práctica acumulativa. "La práctica de música", concluyen, "no puede influir causalmente en la habilidad musical y... la variación genética entre los individuos afecta tanto la capacidad como a la inclinación por la práctica."
Aunque tanto los nuevos estudios se centraron en la musicalidad, los resultados pueden, en teoría ser extrapolables a otras actividades de destreza y creatividad. Recordemos que las estructuras y el plano del cerebro son moldeadas por nuestro código genético a través del desarrollo; y también que los genes codifican las proteínas que funcionan en nuestros cuerpos y cerebros, mientras se forman los enlaces de datos de perfiles genéticos específicos con diferentes habilidades cognitivas.
Pero se vuelve más complicado. Los nuevos hallazgos sugieren que la forma en que nuestros genes y el entorno interactúan es crucial para el logro musical. No sólo las cualidades genéticamente influidas contribuyen en el hecho de que ciertas personas sean más propensas a practicar, los datos de Hambrick muestran que la influencia genética en el éxito musical fue mucho mayor en aquellos que practicaban más. Anteriormente se pensaba que la gente podría empezar con cierta ventaja genética para una actividad en particular, pero la habilidad derivada a través de la práctica podría llegar a superar toda predilección genética. "Nuestros resultados sugieren que es al revés", explica Hambrick, "que los genes se vuelven más y no menos importantes en la diferenciación de las personas cuando practican ... el potencial genético para el rendimiento experto está más plenamente expresado y fomentado por la práctica". En otras palabras, las personas tienen diferentes habilidades básicas determinadas genéticamente, o talentos, que las hacen mejores o peores en ciertas habilidades, pero que pueden ser alimentadas a través de las influencias ambientales. Así Hambrick indica que: "Si quieres ser un mejor músico, ¡practica! Si quieres ser un mejor golfista, ¡practica!"
Un estudio similar por Miriam A. Mosing del Instituto Karolinska de Estocolmo se inclina aún más sobre el papel de los genes en la musicalidad. Mosing y sus colegas analizaron la relación entre la práctica de la música y habilidades musicales específicas como el ritmo, la melodía y la discriminación de tono entre más de 10.000 gemelos idénticos suecos. Informaron que la propensión a practicar fue entre 40% y 70% heredable, y que no había diferencia en la capacidad musical entre gemelos con cantidades variables de práctica acumulativa. "La práctica de música", concluyen, "no puede influir causalmente en la habilidad musical y... la variación genética entre los individuos afecta tanto la capacidad como a la inclinación por la práctica."
Aunque tanto los nuevos estudios se centraron en la musicalidad, los resultados pueden, en teoría ser extrapolables a otras actividades de destreza y creatividad. Recordemos que las estructuras y el plano del cerebro son moldeadas por nuestro código genético a través del desarrollo; y también que los genes codifican las proteínas que funcionan en nuestros cuerpos y cerebros, mientras se forman los enlaces de datos de perfiles genéticos específicos con diferentes habilidades cognitivas.