En un momento crítico para la salud global, con la resistencia antimicrobiana en ascenso, se ha descubierto un nuevo antibiótico de amplio espectro que podría marcar un antes y un después en la lucha contra las infecciones multirresistentes. Se trata de lariocidina, un péptido de tipo lasso (enlazado como un lazo), producido por una bacteria hallada en el suelo de un técnico de laboratorio, tras un cultivo prolongado de más de un año. Este hallazgo no solo representa un avance farmacológico, sino que nos remonta inevitablemente al descubrimiento accidental de la penicilina por Alexander Fleming hace casi un siglo: ambos, frutos de la observación cuidadosa y del tiempo, más que de una búsqueda dirigida. Y que, como en otras situaciones anecdóticas de la vida, nos dice que el futuro en los avances de la ciencia no solo dependerá de las grandes herramientas de inteligencia artificial generativa que se plantean a fecha de hoy.
Como indica el equipo investigador de Gerard Wright y colaboradores, en un reciente artículo publicado a fines del mes de marzo en la prestigiosa revista Nature, la lariocidina actúa mediante un mecanismo singular y novedoso: se une al ribosoma bacteriano en un sitio hasta ahora inexplorado por otros antibióticos, bloqueando la translocación del ARNm y provocando errores en la síntesis proteica. Esta doble acción interrumpe el crecimiento bacteriano de manera eficaz, incluso en cepas multirresistentes como Acinetobacter baumannii, sin afectar a las células humanas. A diferencia de otros péptidos ribosomales con espectro limitado, lariocidina presenta una notable actividad tanto frente a bacterias Gram-positivas como Gram-negativas, lo que amplía su potencial clínico.
El hecho de que este compuesto sea poco vulnerable a los mecanismos clásicos de resistencia, que su producción haya podido replicarse en un huésped bacteriano distinto, y que hasta la fecha parece ser inocuo para el ser humano, lo posiciona como un prometedor candidato para desarrollo farmacéutico. Al igual que la penicilina abrió el camino a la era antibiótica, la lariocidina podría convertirse en el arquetipo de una nueva clase terapéutica basada en estructuras naturales inusuales, con capacidad para sortear la alarmante obsolescencia de nuestras actuales armas antimicrobianas.
Este hallazgo no solo revitaliza la esperanza en la investigación antibiótica, sino que demuestra una vez más que la biodiversidad microbiana aún guarda secretos capaces de cambiar la medicina. Tal como ocurrió con el moho de Fleming, esta nueva arma surgida del suelo podría ser la clave para preservar los logros terapéuticos del último siglo.
Quienes tengan interés en este artículo, reconocer que no es de libre acceso, pero pueden leer al respecto una primera pre-publicación abierta y del mismo equipo investigador en la revista Research Square en septiembre del 2024, a través del siguiente enlace: https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/39372947/
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