domingo, 5 de diciembre de 2021

A propósito de la nueva variante Omicron COVID-19


¿Por qué siguen ocurriendo variantes del SARS-CoV-2?, ¿Debemos preocuparnos?, ¿El virus es “más inteligente” que otros y esta dispuesto a seguir generando daños en nosotros? Estas son alguna de las preguntas que nos hacemos a partir de la reciente encontrada variantes Omicron del SARS-CoV-2 en Sudáfrica.

Hoy en día se ha encontrado dicha variante en alrededor de 40 países alrededor del mundo y es posible que su número siga creciendo para volverse la variante predominante como hace unos meses lo fue la variante Delta.

Sin embargo, no es algo que en particular nos deba preocupar, más de lo que corresponde al adecuado control sanitario que ya se lleva a cabo según medidas habituales. Luego de un año, el mundo este mejor preparado con respecto a la COVID-19 (enfermedad causada por el virus SARS-CoV-2) y tanto a nivel de investigación como médico se tiene los adecuados conocimientos para actuar frente a éste, al igual que muchos otros. De hecho, no es que el virus tenga “consciencia propia” y busque acabar con la población, como algunos quieren hacernos pensar, sino que al igual que cualquier otro virus, al ingresar al organismo empieza a multiplicarse dentro de una célula para buscar su supervivencia, y ello implica una serie de replicaciones continuas de sus genes, con las consiguientes mutaciones, como es habitual en estos casos. Muchas de dichas mutaciones son inútiles y por tanto no implican nada en particular, o como muchas variantes prestas a desaparecer, pero en oportunidades una mutación puede ser útil para favorecer una nueva expresión en mecanismos infectivos, y por tanto, permitir su supervivencia. Si nos ponemos a pensar, es lo que ocurre con la gripe, año tras año las tenemos según condiciones ambientales que favorecen su aparición periódica, y como sabemos las variantes más infectivas o que implican severidad, son las que son estudiadas para generación de vacunas que año tras año son puestas en poblaciones particulares en riesgo, en caso de contraer la enfermedad. De hecho, no nos evitan el poder ser infectados por otras variantes, menos severas de la gripe, y por ello, a pesar de estar vacunados, podemos pasar una gripe estacional.

Pues, en este caso ocurre lo mismo. Al inicio de la pandemia, nuestros organismos no habían tenido ninguna interacción con el virus, ya sea a nivel individual, como poblacional, y por tanto, a pesar que ya ocurrían variantes, no había interés en competencia, puesto que la replicación habitual y rápida dispersión por las poblaciones, cumplían con el objetivo de supervivencia del virus. Sin embargo, poco a poco, fuimos combatiendo mejor el virus. Fuimos presentando inmunidad activa tras pasar la enfermedad, o incluso generando anticuerpos contra éste a partir de las vacunas. Es allí, donde las variantes fueron tomando mayor interés, y quizá fue la Delta la primera que nos generó preocupación, por además su aparente mayor letalidad, luego evidenciada, por ejemplo, en población infantil, donde al inicio de la COVID-19 parecía ser inocua para los niños.

La variante Omicron actual, corresponde a una nueva mutación, en realidad varias mutaciones correspondientes a la expresión de proteínas “spike” o “espiga” que es la que conocemos utiliza el virus para ingresar a las células humanas e iniciar el proceso infectivo. Esta nueva variante del virus fue descubierta sobre finales de noviembre en Sudáfrica, país que para septiembre tenía una “R” de crecimiento epidémico de 1, y para la fecha actual es de alrededor de 2, correspondiendo a cientos de nuevos casos por día. Sin embargo, los primeros datos aparentan reportar que no sería más letal. Esta nueva variante de la proteína S podría estar burlando los anticuerpos generados por nuestro organismo al pasar la enfermedad COVID-19 en el pasado, o incluso del a misma vacuna, según primeras investigaciones, y por ello su facilidad de dispersión actual. No mediante, esto no significa que las respuestas inmunológicas conseguidas por la vacunación sean ineficientes, como por ejemplo la respuesta aprendida por células T y “natural killer” dentro del arsenal de defensa recientemente adiestrada en nuestros organismos.

Además, aún se necesita tiempo para que con el estudio epidemiológico en otras poblaciones del mundo se reconozca mejor su riesgo infectivo y patológico, el efecto de vacunación incluso con terceras dosis en algunos países ya, y por tanto, poder actuar rápido y en consecuencia contra ésta. Por dar un dato, la población en Sudáfrica afectada es principalmente joven, sin mayor letalidad que en todo caso episodios leves a moderados como los previos y con un cuarto de población completamente vacunada con dos dosis, con respecto a lo que puede ser poblaciones de otros países. Su expresión ya en países de Europa y América nos permitirán ir conociendo con el tiempo mejor su expresión, y por tanto, al igual que ocurrió con la variante Delta, poder actuar con consecuencia. Y así tendremos que ir actuando, en un futuro, para un virus, que como ya se ha referido previamente, ha aparecido para quedarse entre nosotros año tras año.   

Este es sin duda un dato que pone a relevancia la importante función de nuestros investigadores en el área de la virología y epidemiología.

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